Ray Shero, reconocido por sus altibajos como gerente general de los Pittsburgh Penguins, vivió una segunda mitad marcada por decisiones decepcionantes que llevaron al equipo a dificultades para mantenerse como contendiente en la NHL. A pesar de haber contribuido a la victoria de la Copa Stanley en 2009, sus movimientos posteriores resultaron en su despido.
Uno de los peores movimientos de Shero fue el fichaje de Jarome Iginla en 2013, quien a pesar de su talento no logró encajar en Pittsburgh debido a decisiones tácticas del entrenador Dan Bylsma. A pesar de tener una plantilla talentosa, los Penguins fueron barridos por los Boston Bruins en la final de la Conferencia Este, con Iginla dejando el equipo en la agencia libre sin haber tenido el impacto esperado.
En un intento desesperado y nostálgico, Shero incorporó a Rob Scuderi en 2013 por un contrato millonario de cuatro años, a pesar de que su rendimiento había declinado significativamente. Scuderi se convirtió en una carga defensiva para el equipo debido a su falta de movilidad y su elevado impacto en el tope salarial, complicando aún más la situación de Pittsburgh.
La adquisición de Douglas Murray en 2013, con la intención de aportar fuerza física a la defensa de los Penguins, resultó en un fracaso similar al de Scuderi. Murray no logró adaptarse al rápido estilo de juego del equipo y se convirtió en una carga defensiva, siendo una pérdida de selecciones de segunda ronda para el equipo.
En resumen, los movimientos de Shero durante su mandato como gerente general de los Penguins estuvieron marcados por altibajos, con decisiones que llevaron al equipo a situaciones complicadas que los alejaron de la contienda en la NHL. Los fanáticos lamentaron la falta de rendimiento de los jugadores adquiridos y los costosos contratos que afectaron la situación salarial del equipo. La historia de Shero en Pittsburgh está marcada por decisiones cuestionables que resultaron en su despido y en dificultades continuas para la organización.